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Mientras indago por la red buscando inspiración, me topo con esta edificación creada por el estudio del arquitecto Luciano Kruk que me transmite rotundidad material y una formalidad perfectamente definida en su volumen.
La relación que establece entre su forma y la rotundidad de su materia -que va desde lo absoluto hasta lo detallado- con el lugar donde se inserta me transmite un perfecto equilibrio entre forma, lugar programa y materia que se traduce en una experiencia de habitabilidad excepcional.
Tal y como nos explica muy certeramente el autor Jerónimo Granados en el artículo que publica en el portal arquitectura y empresa, Luciano Kruk ha continuado su trayectoria profesional a partir de la investigación sobre las posibles relaciones que se establecen entre lugar, programa, forma y materia. Una materialidad radical, que emplea el hormigón desde un punto de vista polivalente. No se trata, únicamente, de un material estructural o de una solución para el acabado de revestimientos. Su carácter moldeable, su textura y color determinan desde la imagen global de las edificaciones hasta su más mínimo detalle.
Esta casa, construida como vivienda ocasional, se encuentra ubicada en una parcela estrecha y alargada cuya ligera pendiente rodeada de pinos y que a su vez la separa de la línea costera del litoral de Buenos Aires determinará la resolución del proyecto en una misma planta, a partir de un plano artificial que se apoya y salva el desnivel del terreno.
El hormigón, que define el volumen construido, se integra fácilmente en el contexto natural, gracias a su carácter pétreo, su textura superficial y su color. La forma geométrica y rotunda de la casa, y su tonalidad material, no ocultan su carácter artificial, en contraste con la masa arbórea que la rodea. El hormigón posibilita, además, un buen mantenimiento a largo plazo, en una vivienda de uso esporádico.
Para lograr la máxima independencia posible requerida entre los dormitorios se dispone de estas estancias en las esquinas de un cuadrado, liberando la franja central para acoger los espacios destinados a los usos comunes: cocina, comedor y salón. Cada uno de los dormitorios se dota de un baño propio e independiente, para mayor intimidad.
La planta, en esa alternancia de noche-día-noche, se organiza a partir de un eje de comunicación transversal, situando la escalera de conexión entre niveles en el centro de la planta, como elemento de articulación de recorridos, delimitación física entre las zonas de estar y cocinar-comer, pero permitiendo, a la vez, la relación visual entre los espacios. El volumen de la escalera perfora la cubierta y se muestra al exterior como una caja acristalada, como un faro en medio del bosque.
El hormigón es el material que define y condiciona la imagen formal de la casa, conformando muros, suelo y techo. La lámina de la cubierta y la lámina del suelo se pliegan para generar los cerramientos ciegos de las fachadas laterales, dando lugar a franjas acristaladas, a la manera de rasgaduras longitudinales. Los frentes se resuelven como grandes acristalamientos que permiten la continuidad visual con el entorno.
La estructura se resolvió mediante muros de carga y perfiles metálicos embebidos en la carpintería exterior, mientras que la cubierta es una gran losa de hormigón con vigas invertidas, que han sido retranqueadas de la línea de fachada, para favorecer una imagen más ligera de voladizos como elementos de protección solar.
Casi como una concesión, la madera se utiliza como revestimiento en el suelo de las terrazas exteriores y en los cerramientos que delimitan el lavadero, ubicado en el nivel inferior aprovechando el desnivel del terreno.
En el interior, la materialidad vuelve a ser determinante. Aquí el hormigón adquiere un carácter mucho más escultórico, resolviendo no sólo la delimitación de los paquetes funcionales de los baños o la compartimentación de estancias, sino acogiendo en su volumen parte del mobiliario. Repisas, estantes y bancadas moldean los planos de hormigón mediante formas rotas y fracturadas.
Ante la gran profundidad de la planta, las superficies de hormigón se perforan mediante franjas, oquedades y pozos de luz, introduciendo dentro del volumen construido variaciones luminosas a lo largo del día. El espacio, que pudiera parecer homogéneo y neutro, se percibe como variable y cambiante gracias a la textura del hormigón, el despiece de su encofrado, los inevitables desperfectos de su construcción, la variación en sus tonalidades y el juego de luces y sombras arrojadas.
Los muros de compartimentación no tocan, en ningún caso el perímetro. El contacto de estas delimitaciones con la fachada siempre se realiza a través de un paño acristalado, reforzando la idea de continuidad visual.
El elemento de comunicación vertical se convierte en un elemento clave de la percepción interior de la casa. La escalera, de una métrica muy reducida, que permite el acceso a la vivienda, ha sido encerrada entre muros de hormigón. Este pequeño espacio conduce al corazón de la casa. El contraste entre este paso estrecho y encerrado, y el gran espacio central, refuerza el carácter abierto e iluminado de esas estancias.
La escalera de subida a la cubierta, una losa dentada, se convierte en un gran lucernario, gracias a la caja acristalada que sale al exterior. Desde arriba, la prácticamente desmaterialización de la caja de escalera permite obtener una panorámica completa de todo el entorno. En este lugar privilegiado, se dispone una zona de baño y solárium, con vistas hacia el mar y sobre las copas de los pinos.
Los dormitorios se pueden equipar con un mobiliario mínimo, puesto que las perforaciones, pliegues y oquedades de los cerramientos de hormigón acogen las funciones de almacenamiento, se convierten en estanterías o se transforman en bancadas.
Vía: Arquitectura y empresa, Luciano Kruk, Plataforma arquitectura.
Images: Daniela Mac Adden.